viernes, 31 de enero de 2014

Las aventuras de Corax (Mariana Rossi)

Corax era un cuervo que se la pasaba viajando y era poseedor de una curiosidad que un gato no era capaz de matar.

Un día, aburrido de sus vecinos y los chusmas de la bandada se había ido al desierto volando, lo que no esperaba es que hiciese un calor extremo. Al principio había estado relativamente bien pero la sed no tardó en empezar a quejarse y Corax comenzó a buscar algún charco de agua pero no encontraba ninguno; pronto a la sed le haría compañía la desesperación, que era una combinación realmente mala. Sabe Su Santidad Tiranosaurio Rex quién había sido el inteligente en darles tanta personalidad a esas dos. En su cabeza Sed y Desesperación empezaban a ser más molestas a cada paso.

No tenía ganas de volar y vocalizar podía ser peligroso, podía encontrarse con las águilas y tendría problemas indeseables. Todos los pájaros sabían que las águilas se creían lo mejor de las aves. Pero él pensaba que no era así. Hasta los patos a veces tenían aventuras más absurdas que las águilas y eso era ya un decir.

Así caminando, se encontró con un par de huesos extraños pero no tenían ninguna carne que roer “Por los Dientes del Tiranosaurio Rex” pensó Corax. No eran huesos humanos, pues éstos no estaban distribuidos de la misma forma y tampoco había agua cerca. Esto ya estaba poniéndose terriblemente mal. Pisó los huesos y los picoteó un poco, quizás todavía tenían algún mineral que pudiese ingerir. Siguió picoteando otras partes del mismo hasta que escuchó una voz rara, profunda; alzó la cabeza para ver si había alguien allí pero no había nadie. Al menos Sed y Desesperación estaban distraídas, rogaba que otras partes de su consciencia no despertaran, ya bastante problemas tenía con dos.

La voz se siguió escuchando y decidió vocalizar. Con mucha mala suerte, de repente, resbaló y se dio el pico contra los huesos y cuando despertó estaba arriba de un bicho de tamaño colosal que lo observaba muy mal, su cabeza a comparación de su cuerpo, era pequeña. ¿Dónde coño había venido a parar? ¿Por qué demonios se sentía como presa de un posible tatara-tatara abuelo? Y lo más importante ¡¿Dónde había una puta gota de agua?!

Corax volvió a vocalizar no muy fuerte, no quería que lo escuchara quién o quiénes estuviesen allí. El gigantón lo miró de nuevo y sacudió su cuerpo un poco, como para sacárselo de encima cual pulga. Voló un poco y por fin pudo ver lo que todo este tiempo no había visto. ¡Estaba en un valle! Y lo más importante: había agua. No lo pensó mucho y se fue aleteando al lago para darse un baño y beberse, si lo dejaban, todo el agua. Sed y Desesperación estaban tan tranquilas y contentas que se sintió aliviado cuando no las escuchó más. Esto era pasarla bien y estar fresquitos como gusano dentro de la tierra aunque él no tenía ni la menor idea de cómo se sentían los gusanos habitualmente, ni se los preguntaría. Lo que le faltaba era ponerse a hablar con la comida.

Ahora el mundo era ¡Agua! ¡Agua! ¡Agua!. - Que nadie se atreva a sacarme de aquí- pensó no muy consciente del peligro que se cernían sobre sus negras alas. Las aguas del lago empezaron a agitarse cada vez más y si no fuera por un rápido reflejo hubiese sido comida de una especie de cocodrilo. Ahora en el aire se dio cuenta que otros “tipos” gigantes lo miraban también. ¿Es que acaso no habían visto a un cuervo en su vida? ¿Dónde estaban las águilas y los demás? Se ve que se notó que andaba más perdido que cucaracha sin cabeza porque un “tipo” con muchas espinas le dijo algo así “Pareces sentirte mal ¿O perdiste a los otros pequeños voladores?”. Sinceramente no entendió eso de otros pequeños voladores, la cuestión real era por qué dientes él era tan grande y tenía una batería de pinches por toda su espalda e incluso en algunas partes de su cuerpo. ¿Esperaba que le cayera la cena de navidad del cielo?. Cansado de volar, se fue hasta un árbol que había visto y se posó ahí, tenía que parar un momento para pensar qué cuernos estaba pasando. Además, era un cuervo, coño, tenía una inteligencia a la que defender y de la que enorgullecerse.

Visto el paisaje en panorámica, no sólo era un valle, había agua y bichos gigantes, con los que tendría comida por meses, sino que esto le estaba comenzando a resultar “familiar” de algún modo que no sabía cómo Tiranosaurio Rex explicarlo. Se encogió más en su lugar y frunció el ceño. Si alguna de esas aves más reales le estaban jugando una mala pasada, juraba por su pico que les arrancaría todas sus plumas. Sin embargo, dudaba mucho que fuese una broma. Su instinto le decía que era otra cosa, aquello solía ocurrir entre las diferentes aves pero sabía que las cosas no pasaban a mayores y esto era de un tamaño en el cual la palabra mayor quedaba del tamaño de una hormiga. ¡No! Algo había sucedido cuando había picoteado esos huesos extraños, tenía que descifrar el misterio.

Un tipo que se le parecía mucho a todas las aves se le acercó con cierta aprensión. “Definitivamente, no eres de aquí” le espetó sin moverse de su lugar. Pero este era un vivillo ¡Claro que no era de aquí! Corax movió la cabeza un poco para mirarlo con el ceño fruncido, si pensaba pasarse tres pueblos con un cuervo, iba a caer en picada con esas alas que parecían no muy fuertes.

“¿Dónde estoy?” preguntó él, lo más cortésmente que pudo, conteniéndose de darle unos cuantos picotazos. “¿No sabés dónde estás?” fue la respuesta del otro. Él negó con la cabeza. El otro, siguió mirándolo fijamente en un silencio que podía incomodar hasta a los patos más ruidosos del universo.

Sin aviso, desde ese lugar, sintió que el suelo retumbaba bajo el árbol, el tipo que tenía un lejano parecido a él, desapareció sin dejar rastro y unos rugidos se empezaron a sentir más cerca, parecía que la tierra se iba a partir, debajo del árbol apareció un bicho con unos filosos dientes que perseguía a un cuadrúpedo que tenía unas pequeñas protuberancias detrás de su cabeza. El tipo de filosos dientes alzó la cabeza y olisqueó un poco, la mirada que le clavó fue suficiente para decidiera emprender vuelo. “Filosín” como lo había bautizado, prosiguió su caza.

Asustadisímo, voló rápidamente hasta darse de llenó con el primer tipo gigantón que se encontró. Despertó en el desierto de nuevo, arriba de los huesos extraños y junto a él se encontró a Pato Domesticus. “¿Qué me sucedió?” preguntó desconcertado él. “Parece que has tenido un viaje Diplodocus”. ¿Eso significaba que a través de los huesos del Diplodocus había viajado en el tiempo? ¡Cuack! Digo ¡Cuaw, cuaw! Era el primer cuervo viajero del tiempo.

DINOSAURIA VIAJERA DEL TIEMPO (Mariana Rossi)


Otro de los relatos presentados al Tercer Certamen Literario Koprolitos nos llegó del otro del charco. ¡Gracias Mariana!

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