martes, 6 de junio de 2017

Los mundos prehistóricos de Abraham Merritt

De origen humilde, Abraham Merritt (1884-1943) comenzó trabajando como periodista para The Philadelphia Inquirer y llegó a editor del American Weekly, acumulando un patrimonio que le permitió comprar propiedades en Jamaica o Ecuador y reunir una extensa colección de armas, máscaras primitivas o libros de ocultismo, afición que cultivaba junto a la literatura, el peyote o el cannabis.

A comienzos de su carrera periodística, metió las narices en un turbio asunto político y se ganó unas “vacaciones” pagadas en Yucatán, donde aprovechó para dar rienda suelta a sus inquietudes arqueológicas, lo que influirá en buena parte de su obra.

En noviembre de 1917 publica su primera historia, Through the Dragon Glass, en All-Story Weekly, el pulp que tenía por estrella a E. R. Burroughs. Su siguiente relato, The people of the pit (1918), narra el encuentro en Alaska entre unos buscadores de oro y un explorador que les cuenta su descenso a las entrañas de la tierra, donde encuentra fósiles prehistóricos [1] y debe emprender una angustiosa huida al sentir una presencia maligna (que inspiró la portada que publicamos bajo estas líneas) y pudo haber influido [2] en At the mountains of madness (1936, H. P. Lovecraft), en la que un grupo de exploradores encuentra fósiles de formas de vida prehistóricas desconocidas por la ciencia.

Versión gala de The face in the abyss, con portada de Boris Vallejo

Los mundos perdidos seguirán presentes en toda la obra de Merritt. A los efectos que ocupan a nuestro blog, hay que destacar la trilogía protagonizada por el buscador de tesoros Nicholas Graydon, suerte de primitivo Indiana Jones, que integran The face in the abyss (1923) -que también pudo haber servido de inspiración a Lovecraft [3]-, The snake mother (1930) y la inacabada When old gods wake. Las tres han sido recopiladas en castellano recientemente por La Biblioteca del Laberinto bajo el título La cara en el abismo.

En grandes líneas, la historia podría resumirse así: Cuando Graydon viaja a Ecuador en busca del rescate del Inca Atahualpa, se encuentra con Suarra, hermosa nativa (pulcra y recatada pese al nombre) de Yu-Atlanchi que les guía a su mundo, donde reina la diosa-madre serpiente y tienen sirvientes mitad humanos-mitad insecto y dinosaurios domesticados, los xinlis, a los que se utiliza para ir a cazar o se ensilla como medio de transporte.

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[1] “Aquí y allá se elevaban los árboles rojos. Entre ellos serpenteaban las madrigueras de piedra. Y ahora podía admirar la asombrosa ornamentación que los cubría. Eran como los troncos de árboles cuya fina corteza hubiera caído y hubieran sido recubiertos de perniciosas orquídeas. Sí... esos cilindros eran así... y más. Debieron haberse extinguido junto con los dinosaurios.” (traducción propia).
[2] También se ha citado la influencia en esta obra de A million years after (1930, Katherine Metcalf Roof), sobre unos huevos de dinosaurio que eclosionan en la actualidad. Según el propio Lovecraft, Roof habría plagiado una idea suya y su frustración le llevó a escribir el mencionado relato. Lo cierto es que, ya en 1894, H. G. Wells había desarrollado un argumento parecido –en torno a un ave extinta- en Aepyornis island.
[3] En The mound (1930) presenta también a una civilización immortal que adora (además de a Chtulhu) a Yig, el padre de las serpientes, y tienen sirvientes medio animales-medio humanos, los gyaa-yothn (Levi, P.: “They Have Conquered Dream”: A. Merritt’s “The Face in the Abyss” and H. P. Lovecraft’s “The Mound”, en Lovecraft Annual #1, 2007).

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